Isabel Olid lee Matilda de Roald Dahl

Matilda, de Roald Dahl

 

Si ahora estás leyendo este texto, puedo imaginarme algunas cosas sobre ti. Que en tu infancia leías y disfrutabas leyendo. Que te gusta charlar con otra gente sobre libros. Que alguna vez has visto a un desconocido leyendo tu libro favorito en el metro, en un parque, en la biblioteca, y te ha caído bien sin tener ningún otro motivo.

 

Matilda es un libro que apela a los lectores voraces, a niños como tú, quizá, en tus tiempos. Pero es a la vez, igual que muchas otras obras de Roald Dahl, un libro para los niños que no entienden a los mayores, que buscan cómplices en un sistema no siempre amable. El equilibrio entre el entorno hostil y el apoyo de un aliado se ve también en Las brujas, donde el protagonista se enfrenta a un ejército de brujas adultas con la complicidad de su abuela.

 

La biografía de Dahl, con una infancia marcada por la muerte de su hermana y su padre, un grave accidente cuando pilotaba un biplano en la segunda guerra mundial y hasta alguna historia de espías, da para muchas novelas. Él mismo confesaba que algunas de las ideas para sus libros provienen de experiencias propias, como en el caso de Charlie y la fábrica de chocolate, y quizá la despiadada directora de la escuela de Matilda se basa en alguno de los profesores que le azotó de pequeño.

 

Más allá de las elucubraciones, Dahl cuenta que en el caso de Matilda, una de sus últimas novelas, el proceso de escritura fue muy distinto que en otros casos. Según cuenta en una entrevista que le hicieron poco antes de su muerte, al releer la obra que había escrito en ocho o nueve meses se dio cuenta de que el personaje había ido creciendo a lo largo de la obra, y que tuvo que reescribirla para acomodar los primeros capítulos a ese personaje de mayor entidad.

 

Este hecho puede dar una idea de la importancia que pudo tener el libro para él, y puede animarnos a buscar pistas de ese proceso de reescritura inaudito en su obra. A pesar de que Matilda trata temas muy duros, se mantiene el sentido del humor característico del autor. Dahl siente la necesidad de escribir libros divertidos y le apasiona el reto de transitar entre la comedia y la tragedia. Así, cuenta historias trágicas con un toque indiscutible de humor, una pizca de magia, muchísimo calor humano. Una de las claves de ese humor es la exageración de las características de los personajes, tanto los buenos como los malos, que aprovecha además para ganarse el interés de los lectores. El humor de Dahl se ve complementado por las ilustraciones de Quentin Blake, que ha ilustrado 19 de sus libros y es ya indisociable de ellos.

 

Es muy posible que, como yo, como tantos adultos nacidos a partir de los setenta, ya hayas leído Matilda o, por lo menos, alguna otra obra del autor. Te invito a volver al texto, a no fiarte de lo que recuerdas de él, a abordarlo con los ojos nuevos bajo párpados nuevos que tienes ahora. Dahl, como Twain, como los buenos, pone lo mejor que tiene en sus libros para niños, y lo que mejor que tiene es muy bueno.