Verónica Uribe llegeix contes dels germans Grimm

CUENTOS DE LOS HERMANOS GRIMM

Quiero invitarlos a releer algunos de los Cuentos de los Hermanos Grimm: La Cenicienta, La Bella Durmiente, Rapunzel.

Durante siglos la colección de los Grimm ha sido referencia obligada en el mundo de la literatura infantil y sus cuentos tienen innumerables ediciones en todas las lenguas; han sido versionados y adaptados a otros formatos y sus personajes han llegado a formar parte del bagaje de la cultura occidental. También han sido estudiados por profesionales de diversas disciplinas y la bibliografía es extensa. Fueron celebrados, cuestionados, censurados y revalorizados a lo largo del tiempo. En el contexto de la vasta producción literaria para niños de la actualidad, ¿siguen vigentes? ¿Todavía los niños se sienten atraídos por estos “cuentos para niños y del hogar”? ¿Cómo percibimos estas historias desde nuestra época? ¿Pasan la prueba del tiempo?

Por tratarse de lecturas “violentas e inapropiadas para los niños”, los cuentos de hadas estuvieron prohibidos en mi casa. Los descubrí en la preadolescencia y me fascinaron. Eran historias de amor donde asomaban inadvertidamente inquietantes sugerencias sexuales; donde los padres abandonaban a sus hijos a su suerte; donde aparecían personajes, a veces con apariencia desagradable y repulsiva, que resultaban ser ayudantes con poderes de magia y maravilla.

Hay escenas que se quedaron para siempre en mi memoria:

La princesa está dormida en una pequeña habitación. Hace cien años que espera. El príncipe, después de traspasar el apretado seto lleno de espinas, la encuentra. La contempla mientras respira suavemente. Están solos en un palacio en silencio. Él se inclina y la besa sobre los labios.

Las hermanastras acaban de salir al baile en el palacio. Cenicienta las mira alejarse. Desea ardientemente poder ir. Pero ¿cómo? Está llena de tristeza y despecho. ¿Por qué ellas? ¿Por qué ellas pueden ir y yo no?

Rapunzel está sola en la ventana. Canta. Peina sus infinitamente largos y fuertes cabellos. Escucha los versos que la bruja entona para poder subir cada tarde. Deja caer su cabellera que se desenrolla como una cascada torre abajo. Siente la respiración fuerte de quien sube y los tirones a sus trenzas enrolladas en la aldaba. ¿Quién viene?

Y así como quedé encantada con estas historias, años más tarde me interesaron las interpretaciones de los académicos: desde la crítica marxista que veía en los cuentos de hadas instrumentos de la ideología dominante, hasta el iluminador Psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bruno Bettelheim; desde el tejido infinito de los folkloristas que seguían el hilo de los motivos de cada cuento, hasta el análisis de Valentín Propp que da sentido a ciertos curiosos elementos como la casa con patas de gallina en la orilla del bosque o la torre sin puertas ni ventanas.

Los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm publicaron el primer tomo de sus Cuentos para niños y del hogar en 1812. A lo largo de su vida siguieron trabajando en la colección de cuentos hasta completar siete ediciones, la última en 1857. El primer tomo de la primera edición era un libro para especialistas, lleno de citas y anotaciones. Los niños no se contaban entre los lectores implícitos de estas historias de campesinos que los hermanos habían recogido de diversas fuentes y transcrito según ellos mismos, con gran fidelidad:

“En lo que se refiere a la forma de hacer esta colección, lo que más nos ha importado en primer lugar ha sido la fidelidad y verdad. No hemos añadido nada de nuestra cosecha, no hemos embellecido ninguna circunstancia o rasgo de la leyenda, sino que hemos reproducido su contenido tal y como lo hemos recibido.” (1)

Y, sin embargo, María Tatar, profesora de Harvard que ha dedicado gran parte de su actividad académica al estudio de los cuentos de hadas, dice:

“Está claro que los cuentos de la colección de los Grimm no se acercan, en absoluto, a la esencia de la narración folklórica que ellos originalmente pretendían preservar en las páginas de sus Cuentos para niños y del hogar. En las ediciones sucesivas, en lugar de moverse hacia lo auténticamente popular, se amplió la brecha entre las fuentes orales (cuando las tuvieron) y el texto impreso.” (2)

Y da varios ejemplos de las escenas que Wilhelm agregaba, de manera que la extensión que tenían algunos cuentos en la primera edición de 1812 llegó a duplicarse en la séptima edición de 1857.

Veamos un caso citado por otro investigador, Siegfried Neumann:

El primer párrafo de El príncipe sapo en la primera edición dice así:

“Había una vez la hija de un rey que fue al bosque y se sentó a la orilla de un fresco pozo. Tenía una bola de oro que era su juguete favorito. La lanzaba al aire y la recogía antes de caer, y así se entretenía.”

En la séptima edición, el párrafo aparece así:

“En los viejos tiempos cuando desear todavía servía de algo, vivía un rey cuyas hijas eran todas muy hermosas, pero la pequeña era tan hermosa, que el mismo sol, que ha visto tantas cosas, se asombraba cada vez que sus rayos la iluminaban. Cerca del palacio había un gran bosque sombrío, y en el bosque, bajo un viejo tilo, había un pozo. Cuando los días estaban calurosos, la hija del rey iba al bosque y se sentaba a la orilla del fresco pozo. Si se aburría, tomaba su bola de oro, la lanzaba al aire y la recogía. Más que nada en el mundo, le gustaba jugar con esta bola.” (3)

Y así, como agregaban escenas, descripciones y diálogos para darle un tono cada vez más literario a los cuentos, fueron quitando los pasajes escabrosos, especialmente los relacionados con asuntos sexuales: se eliminaron los embarazos antes del matrimonio, y por supuesto, las relaciones sexuales; se protegía el amor maternal y la unidad de la familia tradicional transformado con frecuencia a las madres en madrastras.

Aparte del celo por corregir y perfeccionar, había una razón poderosa para hacer estas intervenciones: los niños, desde la primera edición fueron lectores entusiastas del libro y los adultos, por lo tanto, criticaron la rudeza del lenguaje y ciertos pasajes inconvenientes. De manera que los hermanos Grimm, -más Wilhelm que Jacob-, reorientaron la labor de filólogos que llevaron a cabo con pasión romántica y patriótica, hacia la confección de una colección apropiada al público infantil. De hecho, cuando en Inglaterra se publicó con mucho éxito una edición resumida, los Grimm hicieron lo mismo. En 1825 apareció la pequeña edición (Kleine Ausgabe)con 50 de los cuentos más conocidos y siete grabados. Se trataba ya de un libro que tenía como claros destinatarios a los niños. Por fin con esta edición los Grimm tuvieron éxito popular y económico. Se vendieron más de diez ediciones.

Los invito, entonces a que relean La Cenicienta, La bella durmiente del bosque y Rapunzel y den una mirada a la amplia bibliografía que se ha escrito sobre estos cuentos.

Les recomiendo la edición de Anaya (Colección Laurín) de Cuentos de niños y del hogar(mencionada en las notas) donde aparecen los 210 cuentos y leyendas de la colección definitiva y es una traducción fiel de la séptima edición en alemán, la última que se hizo en vida de los Hermanos Grimm.

Les sugiero también que revisen en Cuentos de Antaño de Perrault (Colección Laurín, Ediciones Generales Anaya, 1987) La Cenicienta y La bella durmiente del bosque a fin de que comparen estas versiones con las de los Grimm.

Espero que disfruten la lectura.

Notas:
1. GRIMM, J. y W. Prólogo a la segunda edición. Tomado de: J. y W. Grimm. Cuentos de niños y del hogar. Tomo I. Ediciones Generales Anaya, Madrid, 1985. (pag 36)

2. TATAR, María. The hard Facts of the Grimms´ Fairy Tales. Princeton University Press. 1987, Princeton. (pag 32)

3. NEUMANN, Siegfried . The Brothers Grimm as Collectors and Editors. En: The Great Fairy Tale Tradition. From Straparola and Basile to the Brothers Grimm. Ed: Jack Zipes. W.W. Norton & Co. Nueva York. 2001. (pag 973-974)