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¿Retiramos los libros sexistas?

Hace unos días, la comisión de género de una escuela de Barcelona intentó mejorar su biblioteca retirando sus libros con rasgos sexistas en la etapa infantil. Esto encendió una polémica en los medios y en la red y hemos recibido muchas demandas de opinión sobre esta iniciativa. Os ofrecemos aquí unos breves puntos de reflexión sobre esta cuestión, por si pueden servir de ayuda en el debate:

  1. Los cuentos populares no deberían leer de manera literal y realista. No sólo encontraríamos rasgos sexistas, sino canibalismo, torturas, violaciones y todo tipo de despropósitos. No fueron hechos para los niños y niñas, tienen orígenes inciertos y forman parte de la base de la literatura de todos los pueblos. Los personajes son arquetipos (el héroe, el agresor, el ayudante, la recompensa, etc.) y sus casillas se han llenado y fijado a lo largo de los tiempos con princesas, dragones y lobos. No se proponen nunca transmitir ninguna moraleja explícita. Si la hay, es que alguien la ha introducido, como los Grimm cuando hacen que Caperucita sea desobediente y por ello se encuentre en un buen lío. Pero sí que contienen mensajes implícitos valiosos, tales como que si uno se esfuerza lo bastante, conseguirá su objetivo.
  2. Son demasiado buenos para poder prescindir de ellos. Caperucita roja, por ejemplo, es un espléndido relato con la imagen de rojo sobre negro, el suspenso de la víctima avanzando hacia la casa donde la espera su devorador, el diálogo en tensión ascendente, la seducción tentadora o la contraposición de la inocencia y la fuerza bruta. Están poblados de casetas de chocolate, bosques petrificados, anillos mágicos y otros objetos que son imágenes potentes que introducen a los niños en el placer de la literatura.
  3. Podemos jugar con ellos de manera creativa. Dar la vuelta a sus rasgos detonantes o introducir el humor y la ironía. Las versiones actuales lo hacen, y muy bien. Eso lleva a que los niños adviertan estos aspectos y participen del juego. Pero deben conocer los originales para saber con qué se juega. Pongamos las versiones actuales junto a las tradicionales.
  4. Si desterramos los libros sexistas de calidad ¿a qué edad pondríamos una frontera a la censura? Porque es toda la literatura la que está teñida del aire de su tiempo. Tanto los libros infantiles y juveniles clásicos como las obras de los adultos. Los niños y niñas aprenden a recibir la ficción desde la distancia respecto de estos valores periclitados. Tal como nosotros leemos a Shakespeare.
  5. No hay que elegir entre extremos: o bien el consumo acrítico de libros sexistas, o bien el retrato de una sociedad deseada, pero inexistente. En los libros infantiles siempre hay una tensión entre cómo es el mundo y cómo debería ser. Los buenos libros la resuelven bien. La vigilancia llamada del «políticamente correcto» ha tenido la virtud de señalar los silencios de los cuentos (sin protagonistas niñas, o negros, o discapacitados, por ejemplo) o de introducir el respeto por todos, pero no debería ser un nuevo didactismo que esterilice la manera en que la literatura explora las emociones, actitudes o conductas. Una función del arte educativa para cualquier persona.
  6. Podemos pensar que los cuentos tienen un impacto directo en la conducta, es decir, que si señalan una conducta como buena o mala, el lector la adoptará o rechazará. Pero muchas obras infantiles, como Pinocho, han triunfado por la delectación del lector con las travesuras del personaje, por más que el narrador las condenara. Y los salvajes cuentos populares no han trastornado psicológicamente a los niños, ni han conducido al incremento social del incesto o el abandono infantil, pongamos por caso.
  7. Los libros no son una isla. Los niños y niñas viven inmersos en muchos discursos ideológicos provenientes de los adultos, la publicidad, la televisión, los juguetes, etc. A menudo son totalmente contradictorios unos con otros. Los pequeños forman su propia constelación de valores a partir de todas estas voces. ¿Podemos censurar los libros y dejarles ver la televisión?
  8. Lo que interpretan los niños y niñas (todos los lectores) es una incógnita. Puede que el cuento reafirme la ideología del lector (porque es igual que la suya o, al contrario, porque le provoque rechazo) o puede que le permita cuestionarla, ampliando su mirada hacia otras posiciones. Y también puede que ni se dé cuenta del mensaje.
  9. ¿Qué aprenden los niños? Que los cuentos hablan del mundo y aportan mucha información sobre las personas y sobre la valoración moral de sus actuaciones. Que los mensajes pueden ser explícitos o que hay que fijarse para advertirlos. Que estos mensajes pueden coincidir con las opiniones de su entorno o no hacerlo, sobre todo si los cuentos son lejanos en el tiempo o en las culturas. Nos ofrece la oportunidad de un excelente ejercicio interpretativo.
  10. ¿Cómo podemos ayudarles en la escuela? Haciendo debates o actividades para ver qué defiende un cuento sobre un tema y a partir de qué detalles lo sabemos, para distinguir qué cuento describe, parodia o denuncia un hecho, qué pasa si cambiamos el género o la raza del personaje, etc. Y quizás tampoco estaría de más revisar si la biblioteca tiene demasiados libros didácticos que actúan como un sermón, en lugar de aportar las ventajas formativos de la literatura.

 

Si deseáis saber más sobre este tema, nosotras le hemos dedicado recientemente el capítulo 6 de la obra: Colomer, T .; M.Manresa; L.Ramada y L.Reyes (2018). Narrativas literarias en educación infantil y primaria. Síntesis.