Cualquier herramienta que nos ayude a situarnos y nos guíe en y por el complejo mercado actual de los libros infantiles y juveniles es siempre bienvenida. Ya de entrada y sólo formalmente, el ensayo de Ana Garralón constituye una aportación especialmente remarcable en este sentido, porque se centra en un ámbito específico que suele ser bastante menos atendido que la ficción: la información. Además, la autora nos ofrece esta guía desde un planteamiento tanto teórico como práctico, apoyado para empezar en el conocimiento profundo del corpus del caso y, después (sin que esto le reste importancia, al contrario), en la experiencia de los talleres para mediadores que ha desarrollado durante años. Sus objetivos son explícitos y se concretan en tres intenciones: exponer en beneficio de otros lo que ha aprendido y compartido a lo largo del tiempo; contribuir a la reflexión y al debate sobre qué significa ser lectores hoy en día y sobre los medios posibles para ayudar a los niños en su formación como tales, y proporcionar instrumentos efectivos para trabajar con los libros informativos.
Estas intenciones constituyen los ejes subyacentes de la obra, pero no determinan su estructura tripartita, sostenida en otros focos. La primera parte, dividida a su vez en tres capítulos, se concentra en diversas cuestiones relacionadas de un carácter, digamos, más general: el sentido de los libros informativos, su contribución específica a la educación lectora, los interrogantes que plantean los mediadores –desde los criterios de selección hasta su adecuación para pre-lectores, pasando por los usos posibles que pueden tener y por el interés que pueden (o no) suscitar, la evolución que han experimentado y lo que los caracteriza actualmente en conjunto; en definitiva, se trata lo que este tipo de obras supone (enseña y proporciona, pero también reclama) en el marco de una sociedad que exige habilidades y capacidades renovadas sin cesar. La segunda parte (que no gratuitamente triplica el volumen de las otras dos) se adentra en el corpus propiamente dicho para desglosar sus rasgos y componentes, incorporando la perspectiva histórica a las explicaciones para hablar, con una mirada diacrónica y sincrónica simultánea, del concepto de libro informativo y de cómo se materializa -como son sus formatos, temas, imágenes y textos-, aparte de comentar el ejemplo de los productos de Dorling Kindersley dada su importancia en la evolución del género. La gracia de este bloque nuclear es que la descripción va acompañada de una reflexión crítica de la que se derivan valoraciones, recomendaciones e indicaciones que enriquecen mucho el discurso expositivo, devenido así más estimulante. La tercera parte, finalmente , sitúa a los mediadores en primer término y, más allá de las consideraciones sobre la complejidad de los libros informativos y sobre la importancia de la mediación, se cierra con una serie considerable de propuestas concretas de actividad -divididas en antes, durante y después de la lectura- que no por ser conocidas o habituales resultan desdeñables, puesto que permiten visualizar perfectamente una praxis posible con las obras que se han caracterizado (y, cabe decirlo, recomendado fervientemente).
Los reproches que haríamos a Leer y saber (como alguna carencia referencial importante, la integración problemática de investigación y divulgación o la organización a veces poco ordenada del discurso) quedan fuera de lugar porque tienen que ver con un tipo de producto – la monografía de investigación- que Ana Garralón no ha confeccionado porque no era lo que pretendía ofrecernos (y el hecho de que se trate de una autoedición, aparte de todo lo dicho, es una prueba externa evidente de ello). Lo que la autora afirma que quería hacer, sin duda lo ha hecho. En consecuencia, sólo nos queda por decir que he aquí un ensayo que debería entrar a formar parte de cualquier bibliografía sobre los libros infantiles y juveniles actuales, sean del tipo que sean.