Intriga y ambientación, dos elementos fundamentales en toda obra literaria que se construye a partir del deseo de lectura y de inmersión en un mundo de ficción. Deseo por conocer el destino de los personajes que conforman su historia, y deseo por volver a habitar los espacios que los autores hábilmente nos enseñan y camuflan con su poder creativo. ¿Quién sería capaz de abandonar a Caperucita a las puertas de la casa de su abuela cuando sabemos quién espera en su interior? ¿Quién no relee un clásico como El Jardín Secreto por el simple hecho de volver a sentir la curativa naturaleza de los páramos de Yorkshire? Intriga y ambiente. Historia y mundo de ficción. Pero, ¿y si la literatura hubiese cambiado tanto que las historias necesitasen ser encontradas, y no contadas? ¿Y si para encontrar esas historias tuviésemos que, de verdad, habitar esos espacios literarios y explorar los rincones que esconden sus entresijos? Posiblemente espetaríamos un más que lógico: “Más vale que merezca la pena”, pero ¿Y si realmente la mereciese?

Cuando nos acercamos a un artefacto literario como The Sailors Dream nos damos cuenta de que estas son precisamente las preguntas que el nuevo lector digital ha de hacerse, ya que la obra de los chicos de Simogo rompe las convenciones clásicas de la narración para presentarnos una obra en la que el deseo de “saber” requiere de manera indisoluble un deseo de exploración. The Sailors Dream construye un mundo genialmente ambientado en lo que parece ser una pequeña localidad marina del norte de Europa para hablarnos de tres personajes de los que ni tan siquiera sabremos sus nombres: Una niña, aparentemente obsesionada con el fuego y el mar; una mujer, atormentada por la ausencia de un amante; y un marinero que parece conformar la cúspide de las relaciones de los tres. Sólo a través de la navegación física por los cinco diferentes espacios que conforman la obra podremos acceder a los fragmentos de texto que conforman esta onírica e intimista historia de amores y miedos.
Pero, si todo es tan complicado ¿por qué seguir leyendo? ¿Por qué no parar acogiéndonos, como diría Pennac, a nuestro universal derecho de abandonar una lectura? Pues porque el complejo esfuerzo de reconstrucción que demanda la obra merece la pena. El mundo creado por Simon Flesser y Magnus Gardebäck genera una profunda atracción que arrastra al lector a través de su genial armonía ambiental, con una banda sonora adecuada y significativa para la historia que se pretende contar y un diseño gráfico tan cuidado como sugerente. Y además, porque esa actividad reconstructiva que la obra exige, heredera del mundo del videojuego, es significativa dentro de la propuesta literaria. Una vez dentro, el magnetismo de The Sailors Dream integra de manera natural nuestro proceso de navegación ya que su acierto narrativo convierte automáticamente esta intriga generada en deseos activos de exploración y nuestra curiosidad irá, poco a poco, permitiéndonos acceder a nuevos fragmentos que nos ayuden a comprender los motivos ocultos que mueven los sentimientos de sus personajes. Pero ¡ojo!, porque en el mundo ficcional creado por el laboratorio sueco los hilos que conforman su historia no están siempre accesibles y habrá que descubrir cuándo y cómo acceder a ellos. ¿Seremos capaces de tejer las vidas de sus habitantes?