Las aventuras de Oso y Plumas recoge los cinco primeros cuentos de la colección creada por una autora y un ilustrador australianos. Nos presentan otra de las curiosas parejas de animales humanizados que conviven juntos en la literatura infantil, como el oso y el tigre de Janosch, el oso y la ratita de Gabrielle Vincent, o las parejas de sapos de Arnold Lobel. Aquí, uno es un oso y el otro, Plumas, un pájaro. También, como en esas otras series, se cuentan pequeñas peripecias, sentimientos y lógica propias de los niños, encarnadas por unos personajes que, a su vez viven solos y por lo tanto, cocinan, cuidan la casa y el jardín y tienen autonomía para moverse por el mundo, alternando las situaciones de cuidado mutuo, sin que ninguno de ellos acabe por adoptar inequívocamente el papel de adulto. Una situación de niñez e independencia, plausible por el protagonismo animal, y sin duda atractiva para los niños.
El tono general también coincide con las obras citadas en la tranquilidad, amistad, imaginación y humor que respiran las historias. Y también lo hace en los sentimientos que acoge sin dar ninguna lección de tres al cuarto: la vergüenza que lleva a ocultar la autoría de la travesura hecha para siempre, el aburrimiento de la espera, el malhumor repentino o la inseguridad temerosa; pero también, al mismo tiempo, aparecen mezcladas la calidez de las relaciones, la complicidad o el tener en cuenta la perspectiva ajena.
En total armonía, las ilustraciones recogen la tradición de los tiernos animales humanizados en la línea, por ejemplo, de las de EH Shepard en “El Viento entre los sauces” o “Winnie de Puh”. Las ilustraciones, y el acierto en elegir un formato pequeño y sólido, complementan estos cuentos bien escritos, emotivos y divertidos, que enseñan cómo la literatura acoge la experiencia infantil y ayuda a crecer.

Teresa Colomer