En la parte inferior de las grandes páginas de La memoria del elefante el texto nos explica como Marce se levanta, desayuna y se pone a trabajar en la enciclopedia que ha decidido hacer sobre todo aquello que ha aprendido durante su larga vida. Pero resulta que hay un montón de paquetes en el salón. Cuando Marcel comienza a abrirlos aparecen objetos relacionados con los diversos lugares y oficios que han configurado su historia (la época como músico, la de marinero, su año de vacaciones en Vietnam, la de jardinero en el parque de Luxemburgo y la accidentada participación en el Mayo francés). Pronto sabremos que son los regalos de cumpleaños de sus amigos que esperaban escondidos a que Marcel “abriera sus regalos y con ellos las puertas de su memoria”. Pero Marcel no estaba tan despistado como parecía, tiene un pastel preparado y un lugar pensado para ir de fiesta todos juntos. Este es el hilo conductor de esta “enciclopedia tipo cajón de sastre para aprender un montón de cosas” como nos dice la portada del libro.

Y así es. Geografía, historia, zoología –con especial atención a las características de los elefantes, claro- y un montón de disciplinas deseosas de ofrecer sus curiosidades al lector. Las informaciones de todo tipo se esparcen por el libro a poco que sean convocadas por la historia. Toman forma de pequeñas etiquetas definitorias, de entradas textuales informativas o de amplios catálogos de animales y objetos determinados –desde rascacielos del mundo a instrumentos musicales-. Que se apoderan de toda la página como anuncios de venta. Una multitud de referentes que se complementa con la polifonía intertextual de las imágenes de la historia, donde no hay silla, cartel ni edificio en la ventana que no remita a alguna realidad por conocer o reconocer.

Se trata de un libro a medio camino entre la narración –con su punto de reflexión sobre la memoria y los hechos, lugares y objetos que forman la identidad-, y el conocimiento, que satisfará la atracción infantil por los libros informativos, de curiosidades y misceláneas. Un libro espléndido en su tamaño, composición e ilustración. Un libro original, inteligente y bien hecho, del que se ha dicho que hará las delicias de los diseñadores. Y tanto que sí. Y de todo el común de los mortales, niños y niñas incluidos, que vivimos en el mundo y desde una mirada, configurada por sus creaciones y técnicas, de manera que además de los innumerables objetos referenciados, es la propia ilustración del libro la que se presta a educar la mirada de los niños herederos del Siglo XX.

Teresa Colomer