La niña en llamas es un relato de crecimiento y maduración, una narración para adultos centrada en la etapa adolescente y asequible a los lectores de esa edad, como lo son, por ejemplo y tal como ha señalado la crítica, Matar un ruiseñor o El guardián entre el centeno. En la primera parte, Julia, la narradora, rememora su amistad con Cassie desde la guardería a la escuela secundaria. Es la hora de la infancia feliz y segura, así como la fascinación por la amiga, la intensa Cassie de cabellos tan rubios, casi blancos, tan frágil y desamparada, como desafiante y valiente, en un retrato de personajes que recuerda de lejos la pareja descrita en la tetralogía de Elena Ferrante.

En la segunda parte, los años adolescentes separan a ambas chicas en una excelente descripción del paso hacia la vida adulta. Un paso en el que los cambios leves e inexorables de su relación incorporan el dolor de la pérdida, del futuro marcado por la situación y las expectativas no formuladas del contexto familiar y social, del conocimiento de lo que realmente podemos saber de los demás y del sentido que otorgamos a nuestras vidas a través de las historias que intentan dotarlas de una explicación.

Admirablemente bien escrita, con escenas potentes y a la vez cotidianas, con una intriga que no acaba de resolverse, tal como ocurre en la vida, deambulamos por los escenarios de un pueblecito norteamericano, bien conocidos por todos a través de la ficción audiovisual. Un relato tan familiar como poético, tan transparente como sutil. Toda una indagación sobre la adolescencia como período de construcción de la individualidad, a través de la reflexión sobre las relaciones, especialmente femeninas. Y un libro de éxito entre los lectores, si pensamos que en septiembre de 2017 era el libro más vendido según el New York Timesy «Best Book» (Amazon).

Teresa Colomer